lunes, 9 de julio de 2007

Una lanza en favor de los pedales


Para el gran público, el mundo del ciclismo ha sido una gran decepción los últimos años. Muchos de los que se tumbaban en el sofá para ver a Induráin o Pantani subir L'Alpe d'Huez, seguramente han dejado de hacerlo, o como mínimo lo hacen como quien mira Pressing Catch, es decir, sin creérselo demasiado.

De acuerdo, los ciclistas se dopan. Todos lo hacen. Y les incitan a ello desde que dan el salto a profesionales. Sus directores se dopaban cuando corrían, y sabían que los pocos buenos contratos que mueve este deporte, son para los ganadores. Por tanto, había que ganar cuando ellos corrían, y hay que ganar ahora que ellos mandan, porque los grandes sponsors ponen el dinero en los grandes equipos. Que nadie se engañe: ahora todos acuden al médico, y hace 15-20 años todos iban también al médico, pero entonces, ilusos de nosotros, no lo sabíamos.

Pero no nos confundamos: doping no es droga. El doping es una práctica ilícita para aumentar el rendimiento deportivo. Los hay que recurren a productos de laboratorio (hormonas de crecimiento, testosterona ...) y los hay que recurren a las autotransfusiones (es decir, a su propia sangre oxigenada, congelada, y vuelta a inyectar cuando van justos de fuerzas). Es una trampa, y es un deporte de tramposos. Y un deporte de tramposos tolerado por un gran tramposo, como es la UCI, que no cerrarà el grifo del doping del todo, porque matar el espectáculo sería matar la gallina de los huevos de oro. Y si no, perguntémonos como es posible que los ciclistas empiecen y acaben el Tour de Francia entre el 49 y el 50% de hematocrito (glóbulos rojos) en sangre. Un deportista 'limpio' empezaría al 47% y acabaría al 40%, por un desgaste evidente y natural. Pero no, ellos no. Los superhombres acaban mejor de lo que empiezan. Piensen en bolsas rojas criogenizadas, y saquen las inevitables conclusiones. Pero repito, quien tolera, y quien pone el límite al 50% es la propia UCI. Por tanto, gran hipocresía la suya, hablando de la cruzada por la limpieza en su deporte y a la vez permitiendo estas prácticas.

Pero no debe sorprendernos. Se hace ahora, y se ha hecho durante décadas. Citar a Pantani y Virenque es evidente, pero ¿qué hay de estrellas fugaces como Berzin o Tonkov? Una gran temporada donde van como motos, y la vida solucionada. ¿Qué decir de un Olano que gana el mundial de Colombia, sin hacer casi entrenamiento de altura, viniendo de hacer la Vuelta a España, y superando a un Indurain que llevaba un mes entrenando en Bogotá? En fin, preguntas lanzadas al viento ... De momento, Rijs, conocido en círculos reducidos como Mister Sixty (sesenta, el porcentaje de hematocrito que llevaba en sangre cuando ganó a Miguelón) ya ha salido del armario. O del congelador.

El caso es que todo gran campeón ha ido ligado siempre a un gran médico. Aporto algunos nombres, y que cada cuál establezca sus relaciones: Ullrich, Basso, Sabino Padilla, Ferrari, Indurain, Pantani, Eufemiano, Cecchini, Armstrong, y un largo etcétera. Algunos incluso conviven en la misma urbanización en Italia. Pero los medios callan. La Ley del Silencio es demasiado poderosa. Los unos dependen de los otros. Médicos de ciclistas (porque pagan); ciclistas de médicos (porque les hacen ganar); directores y corredores dependen también unos de otros, y la UCI, evidentemente, depende de todos ellos. Y si no, pregúntense también porqué ningún corredor relacionado con Eufemiano Fuentes ha cargado contra él. Los corredores les deben a los médicos lo que son y la vida que llevan. Por tanto, todos callados.

Y ¿qué hacer para salir de esta espiral viciada? Pues la solución es casi imposible. Qué vamos a hacer ... reducir carreras, penas más duras ... tonterías. Este deporte hay que limpiarlo desde la base. Los chavales tienen que subir a las categorías profesionales limpios, y no les pueden poner entre la espada y la pared; no les puedes plantear este dilema: deporte sucio y éxito, o deporte limpio y fracaso. Lo dicho, difícil solución, porque el grado de vicio ahí dentro es máximo.

Pero ¿saben que ayudaría? que se abrieran las cortinas de otros deportes. Así tal vez no endemoniaríamos a los ciclistas, y veríamos que esto está mucho más extendido de lo que sospechamos. ¿Es normal que en cada mundial de natación se rebajen 12 récords mundiales? ¿Tanto mejora la depilación y el tejido de los bañadores cada dos años? Es normal que los tenistas aguanten cuatro partidos seguidos de cuatro horas con las contracturas criminales que tienen en la espalda? ¿Los atletas (sobre todo los de fondo, los más parecidos a los ciclistas) también van limpios? Y el deporte intocable, el deporte rey ... ¿qué coño (con perdón) me explican de puntas de rendimiento y plannings de preparación? No entrenan, no hacen pretemporada, y llegan a final de temporada más fuertes que al principio.

Lo que quiero decir con todo esto es que el ciclismo no es el único antro de vicio y perversión en todo esto. Señores, el deporte es dinero. Son contratos de ropa y zapatillas. Contratos con marcas de coches y relojes. El deportista es un personaje que depende de otro personaje absolutamente mezquino como es su representante, que también quiere su pellizco. Y el deportista, a los trentaypocos, se retira. Por tanto, tiene que rendir al máximo en sus diez años de plenitud. Y si no es el mejor, tiene que hacer lo que sea para estar entre ellos. Las ayudas médicas en el deporte están mucho más extendidas de lo que creemos. Los ciclistas no son pérfidos y malvados. Y que ya está bien de tanta hipocresía por parte del señor Lissavetzky y similares. Falta arrojo para levantar más alfombras.

Yo, por mi parte, y ya curado de espantos, seguiré tumbándome en mi sofá a ver el ciclismo. Y a ver atletismo y natación ... como quien ve Pressing Catch, que ve un espectáculo con actores desmitificados. Pero yo lo disfruto como el primer día.

1 comentario:

Joan dijo...

Pues a mí me ha gustado el título. Una lanza en favor de los pedales. Supongo que se refiere a los pedales del viernes y sábado por la noche, ¿no?